viernes, 14 de septiembre de 2012

Las despedidas desde mi perspectiva.

Pensaba que iba a ser más triste el despedirse de tanta gente que es cercana a uno o que uno ve todos los días, pero después de estar haciéndolo por un par de semanas, no se siente así. Debe leerse como bien penca de mi parte el decir eso, pero así lo siento.
Obviamente me da pena pero cada vez que me he despedido de alguien me siento más grande, más alto, menos pollo. Es como que en vez de quedarme con la pena de no verlos por un año, me quedo con los buenos deseos, sueños o esperanzas que ellos tienen puestos en mi o en la negrita. Cada abrazo apretado, cada cara de pena que ponen y cada promesa de volver a vernos en poco tiempo me hacen sentir más fuerte, hacen que se me vaya el miedo y el nerviosismo.
Una vez leí que hacer cosas para llevar a cabo los sueños de otros no era una carga o algo de que avergonzarse o algo por lo que sentirse agobiado. Claramente, el ir a estudiar afuera es mi sueño y el de la hermosita, pero aún así nuestros cercanos ponen esperanza en nosotros y uno siente la presión y el miedo de no estar a la altura de las expectativas propias y de los demás. Ahora entiendo un poco más a que se refería esa frase. Estos días me he sentido súper fuerte, como que puedo hacerle frente a cualquier dificultad que se viene.
Despedirse no es tan malo como lo pintan.

P.D.: Un par de amigos me dijeron que me veía más alto y grande, quizás este mes de descanso y ejercicio me hizo bien o quizás el porte si tiene que ver con la actitud.

No hay comentarios:

Publicar un comentario